A Tatiana
No tardó en entender que el humo del cigarrillo era una mezcla ambivalente de purificación y destrucción, lo botaba con calma sintiendo que al momento de exhalarlo liberaba las tensiones de años de contención, de deseos frustrados y de historias inconclusas.
La miró con su tranquilo desdén desde el comienzo, de cuando se conocieron. Algunos creen que ambos estaban destinados perpetuamente a la soledad, mas cuando se miraron, obviaron el pasado y ahí ambos mintieron para entenderse.
-“Me gustan con una blanca y perfecta dentadura”-
-“En la playa, solía jugar brisca”-
-“La profundidad de tus ojos que parecen que lo han visto todo, que lo han experimentado todo”-
-“Jamás te he visto mal”-
-“Deberías estar ahí, es una extraña sensación. Pareciera que las estrellas se movieran, si fijas tus ojos en solo una, puedes apreciar como parecen velas trémulas, pero si las miras en conjunto es como si te fueran a devorar, es como si quisieran adentrarte en su extraño tiempo, como si pudieran regirte por su totalidad perenne y estática”-
Y es justo en ese preciso momento, que ambos, mientras él se purifica y se corrompe con un cigarrillo, y ella piensa en como endulzar más su infusión, que el tiempo sale de su curso natural, pero no como si se detuviese, sino que queda como la poesía, suspendido en una eternidad que no puede ser numerada, pero que al leerla (o recordarla) pareciera que vive eternamente, y al igual que la poesía, ese tiempo encapsulado es completamente único en el momento que se pervive.
Y en ese instante entro yo. La miro fijamente a los ojos, y trato de adivinar lo que está pensando, lo que pasa por su cabeza, por esa cabeza pragmática que tanto envidias y que es tan lejana a tu forma de pensar.
Agarro el cigarrillo por el filtro y lo apago lentamente sin dejar de mirarla. Y tomo la decisión, la que ambos esperamos hace días, y cortésmente tomo su mano y le digo
–“Vámonos ahora ya”.
No debo mentirme a mi misma, definitivamente me cuesta entenderlo, tiene una ternura indolente, una forma de concebir las cosas tan distinta a mi. Pareciera que él ha dejado todo tipo de miedo, estoy casi segura que es el vino, no lo hace diferente, pero toma un extraño ahínco, unas ganas enfermas de liberarse de su única jaula, su cuerpo.
Aún así me atrae su forma de vivir, estoy dispuesta a seguirlo, quien sabe a donde vamos y en qué, pero no puedo dejar de apreciar la vehemencia de sus palabras. Quizás te esté embaucando, pero piénsalo bien mujer ¿Qué podrías perder? Si te quisiera engañar tampoco haría todo esto ¿O no?
Y mientras ellos están fuera o talvez encapsulados en un tiempo que a mi juicio es poético, yo comienzo a vivir una crisis de identidad. No sé si soy el personaje o el narrador, pero de lo que sí me acuerdo, o talvez observé, fue que sucedió algo como esto:
Le dije que me sentía como si estuviera suspendido en el aire, que no tenía nada (ni nadie) en quien sostenerme si caía, y que tampoco nadie me esperaría si llegaba a volar.
Le expliqué que por todo lo que había hecho con mi vida difícilmente pudiera elevarme, y le propuse que ambos hiciéramos un sustento, un escondite donde sólo nosotros dos supiéramos llegar, en donde ambos podríamos olvidar.
Le confesé que quise pensar como ella, y que los dos de cierta forma buscábamos y queríamos encontrar el mismo sitio, ella como de costumbre no intuyó a donde iba, y le dije suavemente que la solución, la única solución era la del comienzo, era salir del tiempo.
Así que sin pensarlo mucho, tomé su cuerpo y el mió y los verbalicé en un solo poema:
“Nosotros, solo nosotros
Escribiendo y leyendo al unísono
Un único poema: el de nuestras vidas”
** "hay infinitas permutaciones para conseguir un título adecuado, como han sucedido cosas de diversa índole, dejaremos el título menos iconoclasta que pudiese existir"