jueves, 16 de diciembre de 2010

"No sé si se entenderá el término caer por su propio peso; imaginen una estatua hecha de mierda que se hunde lentamente en el desierto: bueno, eso es caer por su propio peso." (R. Bolaño)

No se necesita respirarlo, menos sentirlo, está ahí, está patente en todo acto, se filtra y se diluye como pintura, a veces se retuerce y se contrae en derredor, pero siempre queda expuesto, expuesto como el alcohólico que despierta en plaza de armas desnudo, y no solo es víctima de las miradas (que pasan a dar lo mínimo), es víctima de sí mismo, de su propio odio y vergüenza.

El problema es qué hacer, ¿Qué hacer después si quedas como un libro abierto?

La aparente o tal vez la procedente (juventud, juventud, juventud) respuesta es vivir en el conflicto, es sentir el miedo que te deja ciego, sentir el ruido que es ensordecedor, vivir estólidamente y nunca, pero nunca arrepetirte de lo acometido, toda empresa que se inicie posee potencial de equívoco.

Cuando todo cae por su propio peso, ¿Qué hacer?

sábado, 11 de diciembre de 2010

Poesía Rococó

El Vampiro

Efrén Rebolledo o a su vez Poeta García Madero
Caro Victrix o a su vez Los Detectives Salvajes

Ruedan tus rizos lóbregos y gruesos
por tus cándidas formas como un río,
y esparzo en su raudal, crespo y sombrío
las rosas encendidas de mis besos

En tanto que descojo los espesos
anillos, siento el roce leve y frío
de tu mano, y un largo calosfrío
me recorre y me penetra hasta los huesos

Tus pupilas caóticas y hurañas
destellan cuando escuchan el suspiro
que sale desgarrando las entrañas

Y mientras yo agonizo, tú sedienta,
finges un negro y pertinaz vampiro
que de mi sangre ardiente se sustenta.

viernes, 10 de diciembre de 2010

He's a nobel prize I said

Si, tal y como lo canta Phoenix, hoy en la inauguración de vuestra sección favorita del blog menos visitado del siglo según la revista people, los dejamos con el premio nobel de este año. No, no seré obvio y les recomandaré "La Casa Verde", tampoco "La Ciudad y los perros", ni menos "La Fiesta del Chivo". Aquí pues, les dejamos la nouvelle "Los Cachorros".

Ocupando un claro montaje entre los peronajes y técnicas de vanguardia, Vargas Llosa, pule con su pluma la historia de Cuéllar (especie de Raskolnikov o Holden Cauldfield peruano) que vive en una perdida cuidad del mentado país incaico, que, junto con sus amigos, recorren desde la tierna infancia hasta la desenfada adolescensia, perpetrando todo tipo de sucesos surreales y que ocurren (como todo lo del boom) sólo en nuestra querida Latinoamerica.

Lleno de exacerbación, se recomienda leerlo en dos contextos situacionales:
1.- Llegar bebido de una fiesta.
2.- Los días previos en que planeas tu "speech" para abandonar a tu novia.

 Pueden ser decentes y comprarlo, pueden degradarse un poco, pero nunca perdiendo el estilo "geek" y bajarlo de internet, o bien pueden robar el libro de su librería más cercana. Preferiría que realizaran la última, pero me conformaría si lo leyeran.

The Youth

No estoy precisamente seguro, pero creo que nos conocimos así, robábamos libros en aulas de gente que no conocíamos. No hacíamos distinción en un comienzo de lo que iríamos a robar, ciertamente los textos escolares de las diversas ciencias que se impartían en mi colegio (Química, Biología y Física) eran las favoritas. El motín que recibíamos era inconmensurablemente mayor, recuerdo que llenábamos bolsos completos que acarreábamos a la casa de alguno de los dos, preparábamos bien nuestros morrales para que el peso quedara distribuido uniformemente, digo esto ya que sacábamos alrededor de veinte libros cada uno, que como deben al menos intuir, no es un peso que se aguante por mucho tiempo. Y luego, con ningún tipo de apuro nos dirigíamos a venderlos.

Él era conocido ya, inclusive tenía un pseudónimo, y los vendedores/compradores de libros usados se peleaban toda la mercancía que llevábamos. Yo por mi parte me limitaba sólo a observar, él hacia el negocio, conocía perfectamente el tejemaneje e inclusive era capaz de embaucarlos y sacar provecho de su extraña verborrea.

La mejor parte venia después, terminada la transacción, nos dirigíamos a nuestro barrio favorito a comprar ropa usada. Nos codeábamos con gente de toda clase: drogadictos, alcohólicos, depravados, prostitutas con sus respectivos proxenetas y diversa gente de la contracultura céntrica. En ese lugar era donde nosotros elegíamos prendas, tratando con extrema precaución de cuidar nuestras pocas pertenencias que poseíamos.

Como la ropa usada es barata en general (y en ese tiempo lo era aún más) salíamos atiborrados de cosas, que, luego deberíamos esconder por un tiempo para que nuestros respectivos padres no sospecharan la desconocida procedencia de aquella vestimenta. Pero de esto tengo cierta duda, los padres de él eran como espejos, pareciera que no existieran o que reflejaran algo que no existiese. Yo no los conocía pero las pocas conversaciones que teníamos referente a aquello no hacia más que demostrar mi retorcida teoría.

Al año siguiente, de partida hubo un cambio, seguía  robando libros pero antes de venderlos los leía, cosa de la cual no me arrepiento ahora, pero que en ese instante hizo que nuestro “trabajo” se ralentizara mucho más. Aquello mermó un poco nuestra relación “profesional”, pero generó un acercamiento entre ambos, comenzamos a conversar. A la salida del colegio disfrutábamos del cigarro corriente, y en los fines de semana algún licor barato que alguien nos quisiera comprar.

-“Siéntate y escúchame, tengo el siguiente atraco, los electivos de tercero de Biología tienen unas especies de Biblias-enciclopedias gigantes que por cada una nos podrían dar mucho, imagínate que robáramos tres cada uno, tendríamos para un mes de ropa nueva.”

-“Estás enfermo, yo voy en tercero, y mis amigos hacen biología, ¿Por qué lo haríamos?”

-“Sabes, eres como el típico personaje de película que pretende hacerse el malo, pero tiene corazón de abuelita, y que al final, siempre lo terminan asesinando de una manera cruel.”

-“Que importa, tenemos que esperar un tiempo de recesión, los inspectores sospechan y tengo varios conocidos que se están quejando de pérdida de textos, a todo esto ¿Qué tal tú?

-“Tranquilo, soltero, nada nuevo bajo el sol… no perdón si, tengo un amigo que está trayendo pastillas de México, de todo un poco, un cóctel para la mente, ¿Te tinca?”

-“No, estoy tranquilo, acabo de volver a mi casa y no quiero que me echen de nuevo, es triste ser nómada.”

-“Nómada, que es eso imbécil, deja de leer las porquerías que robamos, te veo después.”

Empecé a cambiar, veía las consecuencias de mis actos, no quería que me echaran de nuevo de casa y tenia que responsabilizarme, la vida era triste sin hogar fijo, y las peleas con mi padre se habían aminorado en gran cantidad, las pastillas consumidas todavía producían daño a mi laringe, definitivamente no me enorgullecía aquello.

Lo veía menos, se fue perdiendo, faltó mucho al colegio, iba dos veces por semana y los textos los empezó a robar sólo, yo cuidaba mis estudios, no quería hacer eso toda la vida y las cosas vislumbraban un buen futuro para mí, para él definitivamente no.

Después ya no fueron pastillas, las cambió por drogas más duras y nasales, yo comencé a componer música, tenía tres canciones que me enorgullecían en ese tiempo, creo que aún lo hacen, pero definitivamente las grabaciones caseras no son mi especialidad. Le mostré las canciones, y las juzgó. Como la mayoría de las cosas no le importaban, no emitió mayor crítica, pero tuvo la deferencia de al menos escucharlas. En la música teníamos afinidad, nos gustaban las mismas bandas y nos prestábamos discos de vez en cuando, creo que al fin y al cabo esto fue lo que nos juntó.

-“Tenemos el negocio botado, ¿Cuándo vamos a volver a las pistas?”

-“Déjalo, ya no tiene sentido, ¿Fumar?

-“Si claro… ¿Te gusta Billy Idol?

-“ ¿Dancing with my self ponte tu?”

-“ Increible... ven, bailemos”

-“ Jódete”

-“¿Te comenté alguna vez que creo que morirás joven?

-“Si, ya me dijiste, lo del personaje de película ¿No?”

-“Si hombre, ven bailemos, no como pareja homosexual imbécil, sino como lo solíamos hacer.”

-“Já, no, nunca más, estaba ebrio y tenia algún mueble en el cuello…recuerdo que me pegaste hijo de puta.”


Pasaba el tiempo, eso se notaba, las cosas iban mucho más lento que antes y la plenitud de la juventud llegaba a una cúspide, a una especie de clímax que me gustaba. No quiera que los años pasaran y yo hacia el intento de tener todo bajo control, el influjo racional primó en mí más que el animal y tomé las riendas de cuanto tenía por hacer. De cierta forma rompía el pacto tácito que teníamos, el “vive rápido, muere joven” se acababa para mí y eso llevó a que no nos viéramos en casi 3 meses, cosa extraña ya que iba en mi mismo colegio y lejos no vivíamos.

Llegaba Diciembre y las fiestas se avecinaban, junto con esto los cumpleaños de nuestros amigos en común, en uno de aquellos nos encontramos. Nos saludamos cortésmente, yo odiaba a la gente que no era educada, por mí no saludaría a nadie en el mundo y creo que él entendía el esfuerzo que yo hacía tratando de ser “polite”.

La música era fuerte y corrosiva, no permitía que se generara una conversación en conjunto, sino que se formaban pequeños grupos aislados donde se trataban temas que por la mirada de los asistentes, intuíamos que no seríamos adecuadamente bienvenidos.

El alcohol estaba en una mesa al centro y estaba disponible para todo público, cosa que parecía muy extraña, ahora importa más el vaso de pisco que tu ropa, que tu polola, que tus amistades o inclusive la educación que uno pueda llegar a tener. Esto propició el ambiente exacto para que nosotros dos, hidalgo y vasallo de la postmodernidad, enfrentáramos con una justa (y necesaria) conversación nuestros inefables desvaríos.

-“Deja en paz tu nariz, haces un ruido molesto.”
-“…”
-“Algo malo ocurre ¿cierto?”
-“Si, ven… se me había olvidado lo perceptivo que podías llegar a ser.”
-“Pues bien, cuéntame, tiene que haber un inicio, y es mejor partir por ahí.”
-“¡Si!, lo hay pero no comenzaré por ahí.”
-“Dale, te escucho.”
-“Es pertinente tener en cuenta dos cosas antes de empezar, no me interrumpirás ¿Cierto?, y lo otro, ¿Puedo confiar en que seas discreto?
-“… Si, tu sabes bien.”
-“Ya, OK, la historia es simple. Lo más probable es que tú creas que yo no podría amar a nadie, lo cual no me cabe ninguna duda, nos conocemos bien desde hace poco tiempo y lo terrible ya había pasado y, de un u otra forma necesitaba sobrevivir. Pareciese que anduviera duro o inquebrantable todo el día, casi a la defensiva, lo cual sabes que se puede estimular con cosas que son ajenas a la mente, que importa, el tema es otro. Mi novia se suicidó con un hijo mío adentro, por qué razón no sé, me llamó un día angustiada y triste por que trató de contarle a su papá y sólo esbozándole una respuesta, éste lo tomó horrible y la dejó insegura sobre el futuro. Acudí lo antes posible a verla, la tranquilicé, la hice dormir y tarde en la noche me vine a mi casa. Al otro día supe, supe todo lo que había pasado, y nada, aquí me tienes viviendo sin vida, muriendo sin poder morir, sin poder dejar éste pesado cuerpo.”
-“Ehm… pero…”
-“Pero nada, es horrible, es inexplicable, ellos salieron de la vida, del tiempo, de la mente, ellos están ahí, los veo, alucino con ella y su formas, pienso todos los días como pudo haber sido todo, yo, ella y mi hijo, los tres existiendo, existiendo como existe la gente que está aquí la que vemos la que percibimos, ellos están, están para mi pero fuera del tiempo, casi los puedo tocar, oler, y, que fue, un segundo, un segundo más que yo me hubiera quedado, un minuto más en que me hubiera quedado recostado con ella.”

Ahí sucedió lo peor, yo estaba deshecho, no sólo por que fuera mi amigo, sino por la historia, lo trágico, lo horrible, lo macabro, me sentía culpable sólo de existir, sólo de respirar, de pestañear, todo me hacía sentir culpable de que mi vida, tangencial e innecesaria, la consumiera sin hacer nada, pudiendo existir personas que quizás se necesitan. Se paró bruscamente, tropezó con algo, corrió hasta la cocina trajo un cuchillo y me pidió, no sólo me pidió, me imploró que le quitase la vida, que lo devolviera a donde él pertenecía, él no debía estar ahí y confío en mí para que le devolviese la existencia y la felicidad que bruscamente le habían arrebatado, él quería que yo lo matara para que pudiera así definitivamente poder sentirse vivo.

Dudé, miré para todos lados, no supe que hacer, le di la respuesta más imbécil que se puede dar a una interrogante como esa. Él se volvió a sentar y dijo que yo no era responsable de aquello, que no debía condenarme a mí por algo que me era totalmente ajeno, jamás podría sentir lo que él estaba sintiendo, y puso una muralla, una coraza, formó una torre donde sólo ésta se podía observar desde otra torre.

Al lunes siguiente en el colegio, yo seguía (y sigo dándole vueltas a esa noche). No lo había visto en todo el día, y a la salida hizo que el alma se me congelara con sólo una frase:

-“Tengo libros, ¿Vamos a vender?”